Diario de un superviviente 2: Alicante una ciudad viva.

Castillo de Santa Bárbara de Alicante - Ataque zombi

Entrada 2: Alicante, una ciudad viva

31 de Julio, 2023,

La primera noche en el castillo de Santa Bárbara fue una experiencia inquietante, por decir lo menos. La fortaleza ofrece una vista panorámica impresionante de Alicante, pero la ciudad que solía ser vibrante y llena de vida ahora está en silencio. Sin embargo, en la oscuridad, observé luces parpadeantes a lo largo de la ciudad, así como infinidad de fuegos y humo. No todas las luces están apagadas. No estoy solo.

Oí también gritos en la noche. Algunos parecían ecos de terror; otros, sin embargo, resonaban con una especie de furia resistente. Es un recordatorio sombrío, pero también esperanzador, de que hay otros sobrevivientes allá afuera.

Al amanecer, el cielo comenzó a teñirse de tonos rosados y dorados, dando paso a un nuevo día. Me encontraba en una de las terrazas del castillo de Santa Bárbara, observando la ciudad de Alicante despertarse lentamente de su letargo nocturno. La serenidad del momento fue interrumpida por algo que captó mi atención en el puerto.

Castillo de Santa Bárbara de Alicante

 

Desde mi posición elevada, podía ver claramente el puerto y los muelles, que se extendían como brazos retorcidos hacia el Mediterráneo. Y allí, entre los barcos anclados y las grúas inmóviles, había figuras en movimiento.

Las figuras se movían torpemente, arrastrándose entre los contenedores y las estructuras del puerto, buscando la fuente del ruido que ya no existía. Sus siluetas grotescas y descoordinadas eran visibles incluso desde la distancia, y una sensación de inquietud se apoderó de mí.

Miré el puerto durante un largo rato, contemplando las consecuencias de mis acciones y considerando mis próximos pasos. Los zombis no representaban una amenaza inmediata, pero su presencia en el puerto podría complicar futuras incursiones en busca de suministros.

Zombis en el puerto de Alicante

 

Con una mezcla de frustración y resolución, me aparté del borde de la terraza y volví al interior del castillo. Hoy, mi principal objetivo era fortificar el castillo. Identifiqué dos puntos críticos para bloquear: la puerta principal y el arco de entrada. La puerta principal, situada al final del camino empinado que asciende al castillo, se resolvió con la ayuda de un pequeño camión de reparto abandonado que encontré cerca. Lo conduje hacia la entrada, dejándolo de tal manera que bloqueara el camino. No es una solución perfecta, pero por ahora, funciona.

Luego, me centré en el arco de entrada, una gran estructura de piedra con dos portones de madera y hierro. En una hoja de la puerta hay un pequeño ventanuco con rejas, lo que permite ver el exterior sin exponerse. Cerré los portones, pero con la idea de apuntalarlos más tarde. Quizás con algún otro vehículo, ya que se abren hacia adentro.

El ascensor, que proporciona un acceso rápido y fácil a la cumbre del castillo, representaba otro desafío. La idea de que alguien infectado o con malas intenciones pudiera usarlo me preocupaba, por lo que decidí tomar medidas. Pasé la mayor parte de la tarde despejando el túnel de acceso al ascensor y apagando las luces LED que lo iluminaban, para que no atrajesen a más zombis. Descubrí, para mi alivio, que el sistema de control del ascensor permitía desactivarlo manualmente desde la cima. Eso proporcionó una capa extra de seguridad, nadie podría usarlo sin yo activarlo.

Finalmente, tuve que abordar la iluminación del castillo. Aunque hermoso, el sistema de luces LED multicolor podría ser un imán para los zombis. Busqué hasta que encontré el cuadro de control principal y apagué las luces. El castillo quedó sumido en la oscuridad, una silueta apenas visible en la cumbre del monte Benacantil.

El día no terminó ahí. Realicé una inspección exhaustiva del castillo, revisando cada rincón, cada sala. El baluarte de la Mora, la sala del Gobernador, los baños árabes… Cada lugar tenía su propia historia, su propia atmósfera de antigüedad y resistencia. Cada habitación estaba vacía, y por suerte, no encontré ningún zombi escondido.

Mientras exploraba el castillo, una parte en particular atrajo mi atención: la sala de armas, ubicada en una de las torres más antiguas. La puerta de madera, parcialmente abierta, crujía suavemente con la brisa. Algo no estaba bien, lo sentí.

Con un suspiro de resolución, empujé la puerta y entré, linterna en mano. Mis ojos tardaron un momento en ajustarse a la penumbra, pero cuando lo hicieron, me encontré con una escena escalofriante.

En el suelo yacían dos cadáveres, uno masculino y otro femenino. La mujer llevaba un vestido manchado y rasgado, con una expresión de horror perpetuo en su rostro. El hombre, vestido con una camisa a cuadros y jeans, tenía una mirada vacía y abatida.

Ambos tenían marcas evidentes de mordeduras, y la sala estaba impregnada de un hedor fétido, una mezcla de sangre seca y descomposición.

Me acerqué cuidadosamente, examinando los cuerpos en busca de signos de movimiento. La sangre había coagulado, y no había signos de que se levantarían. Parecía que habían sido víctimas de zombis, pero no se habían convertido, ambos tenían heridas en la cabeza, parecián haber sido golpeados con un objeto contundente.

A pesar de la seguridad de que no se convertirían, sentí una necesidad abrumadora de sacarlos del castillo. Debían descansar en paz, lejos de este lugar de refugio.

Después de una búsqueda rápida, encontré una vieja carretilla en uno de los almacenes cercanos. Con esfuerzo y tratando de no pensar demasiado en lo que estaba haciendo, cargué los cuerpos uno por uno en la carretilla.

Decidí llevarlos a la parte trasera del castillo, cerca de la Torre del Homenaje. Desde allí, hay un precipicio que se asoma a un abismo rocoso. Era un lugar apropiado, un lugar para dejarlos descansar.

Con un último vistazo a sus rostros, empujé los cuerpos por el borde. Se perdieron en la oscuridad. Me quedé allí un momento, mirando el lugar donde habían caído, pensando en quiénes eran, qué historias tenían, y cómo habían llegado a su fin trágico. Luego, con un suspiro cansado, regresé al castillo, dejando atrás la escena.

La noche continuó, y yo también, pero la imagen de esos dos cuerpos, las marcas de mordeduras, y la expresión en sus rostros, permaneció conmigo.

Desde mi posición en la cima del castillo, veo las luces que parpadean en la lejanía, recordándome que esta ciudad aún vive. Me quedo mirándolas, preguntándome cuántos sobrevivientes hay y si, algún día, podré reunirme con ellos.

Por ahora, mi lucha por sobrevivir continúa. El castillo necesita más mejoras, necesito buscar más provisiones y establecer alguna forma de comunicación con otros supervivientes. Pero eso es tarea para otro día. Por ahora, me consuela saber que he logrado hacer de esta antigua fortaleza mi refugio.

6 comentarios

  1. ¡Qué divertido! ¿Alguien más esperando ansiosamente la secuela de Diario de un superviviente? ¡Alicante es una ciudad llena de sorpresas! 💥🧟‍♂️🌴

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